martes, febrero 19, 2008

Pisagua, la eterna



Eran las 0600 de la mañana y Junto a Manolo y "Rosita” comenzábamos a levar anclas para zarpar desde nuestro campamento en Caletita Buena y dirigirnos a uno de los poblados costeros con mayor riqueza escénica e histórica del desierto chileno, El puerto de Pisagua.
El motivo de este viaje, es que allí nos reuniremos con representantes de dos empresas de turismo que quieren vivir la experiencia de navegar por la comarca de los Chinchorros, una es Azimuy 360 y la otra es Mistique.
Ellos vienen recorriendo el altiplano y la conexión con el mar, está programada para el medido día, en el muelle de esa localidad.
El día recién comienza y nuestra nave Mata-Rangi navega directo al Sur. El compás de abordo indica 180 grados.
A esa hora el aire marino refresca nuestras caras y nuestros corazones, el mar y el cielo se van tiñendo de diversas tonalidades hasta que los rayos del Sol, iluminan el litoral.
Manolo el proel de la nave trae entre sus cosas unos presentes para un pequeño amigo que conocimos en nuestros anteriores viajes de prospección en los cuales reconocimos la costa y algunos de sus secretos. ¡apenas lleguemos voy a saltar a tierra, para darle este presente a Chavito! nos comentaba Manolo alegremente. El niño le había cautivado con su sonrisa y conocimientos de las naves y de la gente de mar.
Alas 0800 ya estabamos navegando a la cuadra de la quebrada de Tiliviche y podíamos apreciar entre la bruma de la mañana las ruinas de Pisagua viejo.
Luego algunas guaneras en las que descansaban miles de cormoranes y tambien se destacaban cientos de pelícanos que como nosotros agradecían batiendo sus alas la llegada del Sol.
Justo después de las guaneras y a media falda el silencioso y solemne cementerio en el que descansan por siempre los seres que alguna vez vivieron en este apartado y hermoso lugar,…observamos, silentes, con respeto. De pronto como una mágica aparición se nos presenta como esculpido en a ladera del desierto, el actual Puerto de Pisagua.
La travesía ha durado dos horas y media, y a medida que nos acercamos al muelle , notamos la creciente actividad de los pescadores y mariscadores locales que se preparan para zarpar, algunas ya están abordo de sus chalupones, otros son transportados en una pequeña chalana desde el muelle a sus embarcaciones.
La mayoría se dedica al buceo, pues las cristalinas pero frías aguas que bañan la hermosa costa de este pueblo, les permite extraer cada día mariscos y pescados, que son cazados por estos expertos mariscadores.
Mientras nosotros recalamos y nos preparamos un caliente desayuno, se nos va haciendo más nítida la pintoresca arquitectura pisagueña, destacan unos imponentes y emblemáticos edificios, que increíblemente se mantienen erguidos, desafiando el paso del tiempo. Allí se destaca la torre que alberga el reloj del pueblo y que permanece detenido aumentando la sensación de estar en un lugar en donde se detuvo el tiempo. Allá desafiando las leyes y fórmulas ingenieriles se yergue solemne el que fuera el Hospital, construido hace mucho más de un siglo, un verdadero monumento a los carpinteros que alguna vez construyeron este hermosísimo edificio.
Ellos son mudos testigos de todo lo acontecido en los últimos cien años, atrás quedaron la euforia del Salitre y de su antecesor Caliche, atrás quedaron los heróicos sacrificios de peruanos y chilenos por conquistar o retener este estratégico puerto, atrás quedaron las tristes noches y días de los que alguna vez estuvieron relegados y olvidados por mantener sus ideales y convicciones.
El turismo con su incontrolable transversabilidad y desarrollo es una buena chance para activar a esta localidad. Pisagua un punto clave para la conexión de las actuales rutas de turismo que transitan por el altiplano, y las legendarias rutas marinas, permitiendo innovar la oferta, y desde luego incorporar a los pobladores que con un amor entrañable permanecen en este sorprendente lugar.
Nosotros le debemos esta oportunidad a los hermanos de la costa,
Mientras vamos terminando nuestros cafeés, observamos claramente las calles y casas, la gente… los niños, y reafirmamos que nuestro viaje tiene que ser el primero de una serie de navegaciones, en los que poco apoco iremos recuperando las historias y los parajes que han permanecido por muchos años inalterables al paso del tiempo.
¡Gracias Pisagua por la gran oportunidad que nos brindas!.